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martes, 11 de octubre de 2011

La mafia inmobiliaria crece en Cancún en el desierto de la parálisis económica


Claro que los éxodos de inmigrantes, de los más grandes del orbe, pueden estimular la demanda de vivienda. Pero la mayoría de la gente que llega a la entidad son pobres que andan buscando un lugar menos peor para salvar el hambre. ¿De dónde pues tanta bonanza, tanta venta de inmuebles, sin que nadie a menudo -más allá de la sospecha- deambule por algunos de los más caros y fantasmales edificios? Si ya de por sí la colonización desaforada es un gravísimo problema y el expansionismo urbano sin ton ni son es otro, el despliegue a todas luces del lavado de dinero en la industria de la construcción es la cereza del coctel del diablo. Es cierto que cada vez más gente quiere una casa, pero cada vez es menos la que la puede pagar. Y construir con créditos insolventes es inflar la misma burbuja de la desgracia. Las mafias de la construcción lavan dinero o se hacen de él con el financiamiento bancario o el del Gobierno, pero a pesar de la competencia extrema, de la abundancia de casas disponibles, de la sobreoferta inmobiliaria, siguen ganando cuando todos pierden.
La debacle financiera global producida por la burbuja inmobiliaria que estalló en 2008 en Estados Unidos, y que en México y Quintana Roo ha provocado estragos en la actividad turística y económica –y se ha prolongado hasta las cercanías de una siguiente recesión de pronósticos mundiales catastróficos-, no alcanzó a detener el ímpetu de las fraccionadoras e inmobiliarias. A pesar de no contar con una demanda clara en Cancún se siguen creando unidades habitacionales de todo tipo, que se promocionan y se venden con una amplia gama de supuestos incentivos y ganchos.
En España dicen que cuando el país se hunde la inversión de la mafia italiana florece y se despliega a todo vuelo en el sector turístico inmobiliario, como en Valencia, donde ha encontrado uno de sus más rentables nichos para lavar dinero. De hecho cuando la economía del mundo se resquebraja y el consumo, como el empleo, desaparece, la inversión inmobiliaria de dudosa –por decirlo así- procedencia, se yergue como la gran alternativa de desarrollo.
(Fuente: Estos días)

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